20 enero, 2012

Síndrome de la cuna con pinchos

Muchas mamás y papás cuentan que su hijo se despierta llorando cada vez que intentan dejarlo en la cuna. Es lo que yo llamo el “síndrome de la cuna con pinchos“. El bebé ha estado jugando y mirándolo todo desde nuestros brazos. La tarde cae y estamos cansados. Lo bañamos, todo va bien, disfrutamos de ese momento. Le damos su última toma del día, acariciándolo, embelesados con su mirada. Cuando deja de mamar o acaba su biberón su cara refleja una plenitud y paz que va más allá del estómago lleno. Parece tan relajado, tan dulce. Es feliz. Nos sentimos reconfortados.

Y llega la hora de ponerlo a dormir. Esperamos para estar seguros a que esté profundamente dormido, acunándolo. Nada lo disturba. Es el momento. Sigilosos vamos a su habitación. Y lo dejamos lentamente en su cunita, con la luz suave, en silencio. Pero apenas roza su espalda el colchón nuestro angelito se despierta y empieza a quejarse. Si insistimos en la idea de dejarlo en la cuna, grita y llora. Parece que el simple gesto de ir a dejarlo durmiendo no lo hubieramos hecho con suficiente suavidad. Parece que la cuna quema o se le clava en la espalda. No lo soporta. ¿Le pasa algo malo?

Nuestro bebé tiene el muy extendido “síndrome de la cuna con pinchos“. Pero lo que le pasa no es nada grave, ni tampoco su cunita tiene nada de malo materialmente hablando. Nuestro bebé no quiere que lo dejemos durmiendo allí y lo dice muy claramente. Pero ¿cómo es que percibe perfectamente el gesto de depositarlo en el mullido colchoncito si estaba profundamente dormido? Parece que tiene un radar. Y es que lo tiene.
El bebé ha pasado nueve meses en movimiento en el seno de su madre. Está acostumbrado a ser suavemente mecido, a olernos, a escuchar nuestro corazón. Se siente así seguro y en paz, protegido. Cuando nace todo cambia, y aunque durante el día tenga todos los brazos que quiera, por la noche los padres esperamos que se conforme en su cuna silenciosa y quieta. Pero no todos los niños aceptan esto. Y eso es muy normal.
A pesar de estar dormidos los bebés tienen una fase de sueño profundo (REM) corta y en cambio pasan casi todas sus horas dormidos en fases superficiales (No-REM) que les permiten, como mecanismo de supervivencia, reaccionar ante cualquier cambio desagradable o potencialmente peligroso. Que sus padres los separen de su cuerpo les hace saltar como si tuvieran un resorte. No lo hacen para fastidiarnos, ni para chantajearnos. Simplemente es que los bebés humanos son así y necesitan nuestro contacto para sentirse seguros y felices.
Gritan pues tienen miedo, no quieren que nos alejemos, estar separados supone que sus mecanismos de supervivencia entren en alerta y nos avisen de que los estamos dejando olvidados. Ellos no saben que en casa están seguros, todavía son seres emocionales e instintivos y viven como vivían los humanos desde hace millones de años. Pensemos en ellos como monitos. Los monitos duermen con sus madres, entre su cuerpo, calentitos y seguros.
Si los bebés humanos, desde que existe el ser humano, no hubiesen reclamado ir pegados a sus madres y dormir a su lado habrían terminado comidos por algún depredador. Nos habríamos extinguido como especie. Así que ellos, tan chiquitos, siguen actuando como lo que son, crias de mamífero incapaces de moverse por si mismas, y menos aún de huir de un carnívoro. Si los dejamos gritan: ¿que haces mamá? ¿donde vas? ¡No me dejes aqui que me comerá el lobo!
Si vuestro bebé padece el “síndorme de la cuna con pinchos“ tener presente cual el mensaje que nos están lanzando con sus lloros ayuda mucho a no desesperarse y a empatizar con ellos. No hay que preocuparse. Está perfectamente sano y el “sindrome de la cuna con pinchos” es un síntoma de salud. Podemos estar tranquilos. Nuestro bebé es un pequeño humano muy preparado para sobrevivir gracias a millones de años de aprendizaje de la especie.
Una solución sencilla es no llevarlos a la cuna. La mayoría de los bebés siguen durmiendo profundamente si continúan en brazos. Pero claro, nosotros tenemos que cenar y hacer algunas cosas todavía. Si no podemos irnos también a dormir a la vez que ellos, cosa que de todos modos a las mamás les viene muy bien para poder sobrellevar una noche de tomas nocturnas, hacernos con un foulard es una solución muy sencilla, que nos permitirá movernos por casa, y con suerte sentarnos y cenar. Si el niño sigue dormido es que es lo que necesita para descansar mejor.
Otros bebés no aceptan estar en su cuna en otra habitación pero si los dejamos en un capazo en el salón siguen dormidos y no les molesta ni la luz ni los ruidos siempre que no sean estridentes. Al fin y al cabo también dormían en nuestra tripa tan ricamente y no nos callabamos ni estabamos quietas entonces.
El colecho suele ser una estupenda opción para estas familias, permite atender los despertares nocturnos sin tener que levantarnos y recuperar el sueño con facilidad. Y el bebé sigue disfrutando de nuestro calor, olor y compañía durante el sueño, lo que les hace no sentirse inseguros por la separación. Si el bebé rechaza la cuna podemos no llevarlo a la cuna y dormir con él.
Los padres que no desean colechar por el motivo que sea tienen que armarse de paciencia y buscar el modo de transmitir al pequeño la seguridad de que estarán a su lado siempre que los necesite, abrazándolos en la cuna y tocándolos hasta que se vuelvan a dormir, tomándolos en brazos cuando lo pidan. Ganandose la confianza del bebé, que aprenderá, poco a poco, que puede descansar seguro. Nunca dejarlos llorar, así lo único que aprenderán es que no acudiremos a su llamada. Puede ser que se conformen o que caigan rendidos tras llorar, pero no habremos llenado su necesidad de compañía y apego.
Algunas soluciones intermedias son adosar la cuna a la cama grande durante un tiempo o poner una cama pegada a la cuna si está en otra habitación para acostarse al lado mientras el pequeño concilia el sueño.
Cada familia puede encontrar el mejor modo de adaptarse a la situación y respetar el proceso de su hijo. El “síndrome de la cuna con pinchos“ no es ningún trastorno, sino un modo muy natural de reaccionar los bebés y bastante común. A ellos no les pasa nada malo, sólo quieren estar a nuestro lado mientras duermen.

Fuente: Bebés y más

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